jueves, 20 de febrero de 2014

779 Dias Sin El

El día de hoy van 779 días. ¡Qué fecha más larga y más corta!. Fue un tres de enero del 2012, el día que decidí dejarlo. No tenía intenciones específica, no tenía una gran razón, pero de cualquier manera decidí hacerlo. Muchas de las grandes decisiones de la vida son así, de impulso y sin pensarlo mucho. Al pensar mucho las decisiones se vuelven difíciles y los motivos se pueden volver distantes.

No existe día que no lo extrañe, tampoco he tenido algún buen momento entre amigos que no quisiera que estuviera conmigo. Lo recuerdo en los días fríos y en las mañanas con el café. Mi compañero de cervezas y de corazones rotos. Me presento a mis amigos de la universidad y siempre encontraba una manera de estar ahí. Aunque no estuviera permitido, siempre estaba conmigo. Me acompañó en mi llanto y en todos mis desamores. 

Pero como todas las grandes relaciones o todas las historias de amor, que son dignas de contarse, llegamos a un punto de diferencias irreconciliables. Pasamos por etapas de desacuerdos difíciles, no fue a la primera que pude separarme. Como en todos los noviazgos, uno nunca puede terminar con la relación a la primera. Se necesita uno y otro intento hasta conseguir el valor, de porfin hacerlo. Pasan los días y no estamos seguros de nuestra decisión, empezamos a extrañar y esa pequeña adición que nos dicen: Este es un buen momento para que estuviera ahí.

Pero algo me atrajo la primera vez que nos presentaron, todavía lo recuerdo, esa fiesta en secundaria. Donde tener una cerveza era algo que solamente los niños malos hacían y siempre que había una cerveza, él siempre estaba ahí. No sé si fue la curiosidad o las ganas de verme como alguien que no le importa lo que pensaran de mí, o fue esa rebeldía tan fuerte que tuve en aquella edad y quería luchar contra las reglas, pero aquella fiesta fue la primera vez que lo tome entre mis manos.

Claro que no fue amor a primera vista, sentía que hacía algo mal y no sabía cómo reaccionar, no se sentía natural y hasta me mareaba. Mis papás no podían saber, ni los de mis amigos, los profesores, o cualquier persona de mentalidad cerrada (eso decía yo en aquel momento), sentía las miradas como me juzgaban y decían que estaba mal. ¿Qué iba a saber yo? Con mis apenas 13 años cumplidos y descubriendo el mundo.

Entrando a preparatoria todo fue cambiando, ya no era el único y había muchos más compañeros que también lo conocieron. Poco a poco la gente se iba animando, querían saber porque nos atraía tanto, ¿Qué es lo que le ven? Nos preguntaban, y la respuesta no era fácil: Te hace sentir bien, especial, te tranquiliza y te hace tener un buen tema de conversación. Te une con los demás y siempre ayudaba a conocer gente con el mismo afán.

Pero no todo es amor y alegría, poco a poco me fue afectando en lo personal, se metió con mi economía y me hacía gastar más de lo que necesitaba. Me fue aislando poco a poco de los restaurantes y los bares. Siempre teníamos que buscar un lugar donde pudiera estar, aún si era la mesa más fea y desolada del lugar. En las fiestas si ya no estaba, se volvía un caos, teníamos que encontrarlo aun si tuviéramos que recorrer media ciudad en las noches de año nuevo.

Siempre sucio y oloroso me apestaba la ropa. Con el paso del tiempo, pasó de ser agradable a esa sensación que uno carga todo el día de traer una estigma en la sien. Le gente fue cambiando, tus compañeros de prepa ya no eran los que estaban contigo todo el día. Mi círculo de gente que lo compartía, cambio de ser un grupo de jóvenes a ser señores obesos y con serios problemas. Siempre oliendo a cafeína te venían preguntando si querías salir un rato, bajo el pequeño techo de la oficina todos lo compartíamos.  No importaba si estuviera a 45 °C, lloviendo, viento o frío extremo, como hombres fieles ahí íbamos a estar.

Un fin de semana de cervezas se fue convirtiendo en un calvario, siempre buscando esos bares donde lo permitieran, la cruda que me daba al día siguiente, tanto física como moral. Siempre diciéndome: ¡Joaquin, Esto tiene que acabar!, pero nunca me quería escuchar, como todos esos grandes consejos que nos damos: Ahorra más, estudia más, no manejes, siempre es más fácil ignorarlos. Pero cuando uno piensa, cómprate una televisión nueva, una cerveza más, no hagas tarea mejor vámonos de fiesta, esos pensamientos siempre son más fáciles de escuchar.

El momento irreparable fue cuando empecé a salir en bicicleta, poco a poco me fui enamorando de ella, era mi razón para levantarme temprano. Mis nuevos amigos eran gracias a ella y estaba muy feliz. Y ellos dos no se llevaban bien, se volvieron enemigos, celosos y uno no soportaba la presencia del otro. Ella quería que cada día avanzará más rápido y él hacía que yo fuera más lento. Ella quería que subiera una montaña y él me pedía quedarme en la parte baja.

Al final, las diferencias entre el cigarro y yo, se volvieron irreconciliables. Llevo 779 días sin fumar, y cada día lo extraño un poco. Pero ya me dije que nunca más, aunque grite, llore, moquee, berrinche, nunca más. Ya se mejor que eso y sé que no nos vamos a llevar.





miércoles, 12 de febrero de 2014

Ese Pequeño Placer


Me levanto relativamente temprano, ayer no salí a pesar que tenía una fiesta, no quería estar cansado y quería traer toda la energía, por eso decido dormir fuera de mi horario, pero esta vez estoy algo entre nervioso y emocionado. Dormí, un poco inquieto, sabiendo lo que iba a hacer hoy. Decido desayunar un licuado ya que no quería traer pesado el estómago, quien sabe lo que podría pasar con el estómago lleno. Veo el reloj y veo que todavía tengo un poco de tiempo así que decido irme bañado, siempre es mejor hacerlo bañado, si no es por higiene que sea por ir despierto. Me tomo mi tiempo en el baño caliente, me quito el shampoo y y busco la toalla. Pensando hasta donde iba a llegar hoy, me voy secando el cuerpo y voy buscando que ponerme.

No hace mucho compre un outift para estas ocasiones, el termómetro marcaba poco grados y el viento en el camino iba a estar duro. Me pongo ropa ajustada y que me hace ver hasta deportivo. Calcetines especiales, guantes y hasta unos lentes de sol.

Terminado de ponerme mis zapatos, que hacen un peculiar “click” al caminar, me siento como mujer con tacones. Salgo del departamento, y siento un frio que me pega, ¡no puedo esperar a entrar en calor! Volteo y veo mi pulso, lentamente se va subiendo. Caminado llego a esa puerta de madera donde me aguarda mi cita. Me doy cuenta que tienen el seguro puesto, pero tengo una copia de la llave. Al entrar se prende la luz casi de momento y voy caminando hacia mi destino, no me fijo que hay a los lados, simplemente voy hacia adelante y ahí está.

Guardada con una cadena, protegida de la lluvia y del viento. Protegida del óxido y de los malos tratos de la vida. Con esos colores y equipo que hacen enamorar a cualquiera que tenga suficiente conocimiento en la materia. De grandes llantas y de fácil manejo, ahí está, esperándome, como siempre que voy. No la monto tan seguido como quisiera, entre la escuela y otros menesteres, la vida se complica.

Con la llave amarilla que siempre traigo en mi llavero, le quito la cadena. La saco de su estante y la contemplo por fuera. Veo su manubrio y reseteo la computadora. Me pongo el casco y me voy hacia la puerta.

Afuera el aire corre gélido con esos vientos de invierno. Sin entrar en calor y todavía sin calentar me subo arriba de ella. Me dispongo a avanzar y en ese momento mi zapato se engancha en el pedal, el primer impulso me da la fuerza para quitar el pie del piso y empezar mi viaje. Un viaje que cada vez es diferente, siempre es contra mi mismo y contra la naturaleza. Entre rutas por monte o a velocidad en carretera, entre preciosos paisajes, lagos y veredas, me lleno de vida y de alegría.

Hace dos años y un poquito más, viviendo en Querétaro, estaba por dejar de fumar, de la caja diaria había pasados a los 4 o 5 cigarros. Estaba yendo al gimnasio y sin darme cuenta estaba adelgazando, mi vida se tornaba un poco más sana (y hasta un poco más aburrida), el alcohol nomas para el fin de semana y mi comida provenía de la barra de ensaladas. Pero correr nunca fue lo mío y quería hacer algo de ejercicio, no solamente el GYM, ese se vuelve aburrido después de un rato. Así que decidí irme a comprar una bicicleta.

Con mi primer aguinaldo me voy en búsqueda de bicicletas, obviamente no quería gastar mucho pero tampoco quería algo de baja calidad o que me quedara obsoleta al poco tiempo. Con ese pensamiento en mente me voy a cada una de las tiendas de bicicletas, veo precios y pido sugerencias. Al final tengo mi  veredicto y con tarjeta en mano me voy a comprar mi bicicleta.

Que puedo decir de la compra de esa primera bicicleta, en dos años ya he comprado otras dos, una de ruta y otra nueva de montaña. Pero ¿por qué tantas bicicletas?, pude ser igual que los que van a los conciertos, o los que suben fotos de crossfit todo el dia, los que se emocionan al ver un partido de futbol, o los que son creyentes y ven al Papa. Para mí la bicicleta es libertad en su máxima expresión.

¿Cómo Libertad? Para mi esa libertad de la bicicleta es ir a toda velocidad entre bosques y veredas, ver el verde y respirar el aire fresco. Mantener el cerebro activo pensando el siguiente movimiento y las piernas como maquinas sin parar. Ese sentimiento de que el corazón te va a explotar y que el pulmón simplemente las va a dar, es un sentimiento de máxima libertad.

Ir por una carretera a toda velocidad, viendo el paisaje cambiar, viendo verde o desierto, siempre queriendo un kilómetro más, otro, otro más. La meta imaginaria de a dónde voy a llegar, esta vez quiero quemar 4000 kcal, o este mes voy a llegar a los 400 km. Es una verdadera sensación de armonía y libertad, saber que no necesitas el carro para moverte, o sentir tus músculos agotados después de 3 o 4 horas de no parar. Ver la siguiente colina y quererte morir del susto, pero dentro de ti siempre pensando “Esta vez no me voy a bajar, aun así llegando arriba, tenga que vomitar”.

Estar arriba del cerro y pensar que ya vas a bajar. Ese momento, un segundo o dos, en que ves la bajada que sigue y tu corazón deja de palpitar. Un segundo para decidir, seguir, frenar o tirar la bicicleta y ponerte a llorar. Esa adrenalina, el corazón aumenta su ritmo, tus sentidos se vuelven más agudos y en ese momento tomas la decisión de seguir. “Esa bajada no me dominara”, tomas la bicicleta firmemente, te levantas un poco del asiento y sientes como agarras velocidad. No tienes mucho tiempo para pensar. Tu vista debe de estar un paso más allá, ver qué camino tomar, que piedra esquivar o a donde desviar tu peso. Una raíz, un árbol, una pendiente mal calculada te puede hacer volar. Llegar al final y sentirte más vivo que nunca no tiene par.

Practicar un domingo de bicicleta es una excelente actividad para pasar más tiempo con la familia: Te levantas, te vas a rodar, vuelves y comes sin parar. Después ya no te quieres (puedes) levantar y unas dos o tres películas en netflix tirado como pasta en el sofá, suena como el mejor plan.
Eso sí ¡lo mejor de quemar 3000kcal es reponerlas!. Que rico es comer sin culpa y con el sentimiento de: “Es que lo tengo que recuperar”. Una hamburguesa, con papas Xlarge y dos sodas, para llevar, a si una malteada de chocolate.

Me es difícil explicarles esa sensación que tengo al rodar. Ese cansancio de no poder más, llegar y ni de la silla poderte parar. Despues de dos horas de completo control, amor y libertad. Hay gente que tiene que usar drogas para tener ese sentimiento, yo uso una cadencia de 90 rpm y un multiplicador en combinación con el desviador. Una tijera con suspencion y par de llantas, que siempre me llevan a mi destino.

Si nunca han salido a rodar, no lo hagan: es adictivo, siempre vas a querer una bicicleta nueva o mejor. Existen miles de accesorios que vas a querer comprar. Tiene efectos secundarios como: Mejor ritmo cardíaco, pérdida de peso, mejor circulación, grupo de amigos con intereses afín, comidas masivas el fin de semana, entre muchos más.

Muchas veces quisiera tener más cosas que me apasionen, quisiera creer en un dios, o en el Peje. Tener algo por que luchar, ser americanista o por lo menos futbolista, tener un interés en las cartas o profesar el crossfit. Pero para mí lo que me hace levantarme temprano un sábado por la mañana es andar en bicicleta de montaña.