domingo, 19 de enero de 2014

Mi Insoportable Levedad



Unas de las cosas que más cuestan aceptar cuando uno se va de casa (o de cualquier lugar), es que la vida sigue sin ti. La gente sigue su camino, y tus amigos seguirán con su vida, la ciudad tendrá nuevos lugares y los bares cambiaran de dueño. Vivimos tanto tiempo con nosotros mismos que pensamos que no existe un mundo sin nosotros, alguna vez debí subirme al cerro a la campana para ver cómo era Hermosillo sin mí.

Y esto es algo que te vas dando cuenta cuando creces, de bebé, un llanto, hace que tu madre llegue corriendo dispuesta a calmarlo como, después están todos estos juegos donde tú eres el centro de atención. Tus cumpleaños son verdaderas fiestas, regalos, música, abrazos, piñata. No sabes por qué a todo el mundo le interesas y te sientes el centro del universo, ¿si la vida de mis papas gira alrededor mío, por que no lo ha de ser el mundo entero?

Yo recuerdo cuando me di cuenta que mis papas también podían y tenían amigos, siempre pensé que ellos no tenían y que solamente su trabajo era el de ser papás. Siempre a merced de mi voluntad y todo el día en vela por que podía hacer.

En mi casa, con mis papas, nunca hubo problema alguno con llegar con alguna cerveza, o una hielera a punto de reventar, o si lo hubo nunca les puse mucha atención. Esta libertad y la buena ubicación de mi casa, hicieron que fuera EL lugar donde con mis amigos nos juntábamos a tomar, y cuando era viernes y nadie había sacado un plan, no había fiestas y los bares estaban por arriba del presupuesto, nos íbamos a tomar a la barda de la casa. Y claro esto hace que me sienta especial, tenía algo que me hacía especial, tenía EL lugar, el lugar al que nos íbamos casi todos los fines de semana a tomar. Y nunca me puse a pensar que si no estaba yo, había otros cien mil lugares a los cuales ir a tomar. Entonces me voy por primera vez, y al volver, yo imaginándome que todos mis amigos se iban a súper alegrar, ya nos íbamos a juntar en las mismas escaleras y que iba a escuchar cómo me extrañaron, que la vida sin mí no es igual y que no los vuelva a abandonar, ya tenía preparadas las 150 historias que les quería contar. Ahí es cuando me doy cuenta que todo siguió igual, mis amigos cambiaron de lugar, mi exnovia ya tenía un nuevo novio y que la ciudad no dejo de cambiar. Y que mis historias nadie las quería escuchar.

Y esto cuesta, de verdad me cuesta mucho aceptar, a la mejor y si es que soy egoísta, pero no es fácil de pensar que cuando te mueras, todos te van a olvidar. Pero a su vez, dios, que libertad te da. No importa quien seas, el mundo no dejara de girar.

Quisiera decir por qué le robo este título a Kundera, La Insoportable Levedad del Ser: En su libro habla de la insoportabilidad de la vida, y como solamente tenemos una, si tuviéramos dos, tres o cuatro, sabríamos que decisiones fueron malas, en una yo habría sido Economista y no Ingeniero Mecánico, o en la otra podría haber probado las artes o ser malabarista de circo. Pero al final nomas tenemos una, sabiendo esto, todos los errores que cometamos, o las malas decisiones que tomemos, solamente se repetirán una vez y no tendrán transcendencia una y otra vez. Esto es lo que él llama “La Insoportable Levedad del Ser”

“La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.

Pero yo quiero comentarles de mi versión de lo insoportable leve que es la vida, es algo que yo cargo constantemente y no puedo librarme de ella por más que quiero, que es darse cuenta que todos somos reemplazables, que nadie es imprescindible. Que por más bien que hagamos el trabajo en esta vida, al morir, nos van a terminar olvidando, nuestros amigos tomarán en nuestro honor al principio y luego cada vez será más distante. Nuestra familia y/o hijos nos lloraran y aprenderán a seguir con sus vidas, en el periódico nos pondrán un obituario y aparecerán los pésames a los familiares, pero al final si tenemos suerte una calle llevará nuestro nombre, nos pondrán en un libro de historia y las hojas del calendario seguirán dando vueltas.

Y uno puede decir que esto es una bendición: “Que maravilla que no importa que tanto me esfuerce, si al final nadie me recordara, mis hijos crecerán y se reproducirán, las flores crecerán y se marchitaran”, es una bendición que nos hace leves, te quita peso de los hombros y te hace darte cuenta que eres humano y solo estarás aquí una vez, no volverás dentro de 200 años a ver qué ha pasado de ti, de tus errores y de tus aciertos. Nunca sabrás si la compañía que fundaste sigue en pie y si tus bisnietos saben tu nombre. Pero esta bendición que nos hace tan ligeramente leves, que se vuelve insoportable. Es insoportable saber que no importa que hagas, no harás diferencia alguna en el flujo de la vida.

Pero también que libertad saber que todo lo que hagas está bien y está mal. Y solamente se repetirá una vez. Cumple tus sueños por ti, y no por los de alguien más, ya que al final ellos también te olvidaran. Ve a donde quieras ir y no te arriesgues a tomar una decisión, lo grandioso es eso, que solo se repetirá una vez y nunca vas a saber si estuvo bien o mal.

La vida son una serie de decisiones sin fin, con quien salir, a quien besar, que estudiar, que comprar, donde trabajar, quien ser, a quien juzgar, a quien amar…  Al final sean cual sean las decisiones, la vida seguirá. El calendario no dejara de cambiar y la gente olvidara.

Y digo todo esto porque, es difícil saber que la vida de los demás cambio mientras tú no estabas, que la vida siguió cuando estabas estudiando, trabajando o simplemente viviendo en otro lado. Que tus sobrinos seguirán creciendo y tus papas envejeciendo, en mi caso mis amigos se estarán casando y reproduciendo. Que la ciudad siguió creciendo y que todavía sigue en movimiento. Que ya se juntan en otra parte y que las carnes asadas tienen otro parrillero. La abuela que no te espero para morir, o aquel amigo que se murió sin previo aviso y sin poderse despedir.

Y probablemente escribo esto como una manera de extrañar, de hacerme creer que si la vida siguio es normal, y que probablemente, mientras exista el internet, la vida se detendrá cuando algún lector lea mi pequeña levedad.