Unas de las
cosas que más cuestan aceptar cuando uno se va de casa (o de cualquier lugar), es
que la vida sigue sin ti. La gente sigue su camino, y tus amigos seguirán con
su vida, la ciudad tendrá nuevos lugares y los bares cambiaran de dueño. Vivimos
tanto tiempo con nosotros mismos que pensamos que no existe un mundo sin
nosotros, alguna vez debí subirme al cerro a la campana para ver cómo era Hermosillo
sin mí.
Y esto es algo
que te vas dando cuenta cuando creces, de bebé, un llanto, hace que tu madre
llegue corriendo dispuesta a calmarlo como, después están todos estos juegos
donde tú eres el centro de atención. Tus cumpleaños son verdaderas fiestas,
regalos, música, abrazos, piñata. No sabes por qué a todo el mundo le interesas
y te sientes el centro del universo, ¿si la vida de mis papas gira alrededor mío,
por que no lo ha de ser el mundo entero?
Yo recuerdo
cuando me di cuenta que mis papas también podían y tenían amigos, siempre pensé
que ellos no tenían y que solamente su trabajo era el de ser papás. Siempre a merced
de mi voluntad y todo el día en vela por que podía hacer.
En mi casa, con
mis papas, nunca hubo problema alguno con llegar con alguna cerveza, o una
hielera a punto de reventar, o si lo hubo nunca les puse mucha atención. Esta
libertad y la buena ubicación de mi casa, hicieron que fuera EL lugar donde con
mis amigos nos juntábamos a tomar, y cuando era viernes y nadie había sacado un
plan, no había fiestas y los bares estaban por arriba del presupuesto, nos íbamos
a tomar a la barda de la casa. Y claro esto hace que me sienta especial, tenía
algo que me hacía especial, tenía EL lugar, el lugar al que nos íbamos casi
todos los fines de semana a tomar. Y nunca me puse a pensar que si no estaba
yo, había otros cien mil lugares a los cuales ir a tomar. Entonces me voy por
primera vez, y al volver, yo imaginándome que todos mis amigos se iban a súper
alegrar, ya nos íbamos a juntar en las mismas escaleras y que iba a escuchar cómo
me extrañaron, que la vida sin mí no es igual y que no los vuelva a abandonar,
ya tenía preparadas las 150 historias que les quería contar. Ahí es cuando me
doy cuenta que todo siguió igual, mis amigos cambiaron de lugar, mi exnovia ya tenía
un nuevo novio y que la ciudad no dejo de cambiar. Y que mis historias nadie
las quería escuchar.
Y esto cuesta,
de verdad me cuesta mucho aceptar, a la mejor y si es que soy egoísta, pero no
es fácil de pensar que cuando te mueras, todos te van a olvidar. Pero a su vez,
dios, que libertad te da. No importa quien seas, el mundo no dejara de girar.
Quisiera decir por
qué le robo este título a Kundera, La Insoportable Levedad del Ser: En su libro
habla de la insoportabilidad de la vida, y como solamente tenemos una, si tuviéramos
dos, tres o cuatro, sabríamos que decisiones fueron malas, en una yo habría
sido Economista y no Ingeniero Mecánico, o en la otra podría haber probado las
artes o ser malabarista de circo. Pero al final nomas tenemos una, sabiendo
esto, todos los errores que cometamos, o las malas decisiones que tomemos,
solamente se repetirán una vez y no tendrán transcendencia una y otra vez. Esto
es lo que él llama “La Insoportable Levedad del Ser”
“La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca
podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles
fueron incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no
nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las
distintas decisiones.”
Pero yo quiero
comentarles de mi versión de lo insoportable leve que es la vida, es algo que
yo cargo constantemente y no puedo librarme de ella por más que quiero, que es
darse cuenta que todos somos reemplazables, que nadie es imprescindible. Que por
más bien que hagamos el trabajo en esta vida, al morir, nos van a terminar
olvidando, nuestros amigos tomarán en nuestro honor al principio y luego cada
vez será más distante. Nuestra familia y/o hijos nos lloraran y aprenderán a
seguir con sus vidas, en el periódico nos pondrán un obituario y aparecerán los
pésames a los familiares, pero al final si tenemos suerte una calle llevará
nuestro nombre, nos pondrán en un libro de historia y las hojas del calendario seguirán
dando vueltas.
Y uno puede
decir que esto es una bendición: “Que maravilla que no importa que tanto me
esfuerce, si al final nadie me recordara, mis hijos crecerán y se reproducirán,
las flores crecerán y se marchitaran”, es una bendición que nos hace leves, te
quita peso de los hombros y te hace darte cuenta que eres humano y solo estarás
aquí una vez, no volverás dentro de 200 años a ver qué ha pasado de ti, de tus
errores y de tus aciertos. Nunca sabrás si la compañía que fundaste sigue en
pie y si tus bisnietos saben tu nombre. Pero esta bendición que nos hace tan
ligeramente leves, que se vuelve insoportable. Es insoportable saber que no
importa que hagas, no harás diferencia alguna en el flujo de la vida.
Pero también que
libertad saber que todo lo que hagas está bien y está mal. Y solamente se repetirá
una vez. Cumple tus sueños por ti, y no por los de alguien más, ya que al final
ellos también te olvidaran. Ve a donde quieras ir y no te arriesgues a tomar
una decisión, lo grandioso es eso, que solo se repetirá una vez y nunca vas a
saber si estuvo bien o mal.
La vida son una
serie de decisiones sin fin, con quien salir, a quien besar, que estudiar, que
comprar, donde trabajar, quien ser, a quien juzgar, a quien amar… Al final sean cual sean las decisiones, la
vida seguirá. El calendario no dejara de cambiar y la gente olvidara.
Y digo todo esto
porque, es difícil saber que la vida de los demás cambio mientras tú no
estabas, que la vida siguió cuando estabas estudiando, trabajando o simplemente
viviendo en otro lado. Que tus sobrinos seguirán creciendo y tus papas
envejeciendo, en mi caso mis amigos se estarán casando y reproduciendo. Que la
ciudad siguió creciendo y que todavía sigue en movimiento. Que ya se juntan en
otra parte y que las carnes asadas tienen otro parrillero. La abuela que no te
espero para morir, o aquel amigo que se murió sin previo aviso y sin poderse
despedir.
Y probablemente
escribo esto como una manera de extrañar, de hacerme creer que si la vida siguio
es normal, y que probablemente, mientras exista el internet, la vida se detendrá
cuando algún lector lea mi pequeña levedad.