Vivir a 9,000 km
de distancia puede parecer interesante. Estas en otra cultura, conoces
constantemente amigos nuevos, puedes ir a viajar a lugares que antes nunca
imaginaste, aprendes a convivir contigo mismo, tienes muchos retos y barreras
por enfrentar. Es una gran experiencia, pero todo aquel que ha vivido por algún
tiempo razonable fuera de casa, me podrá entender en esto: Vivir lejos viene
con una factura grande.
Y la ventaja de tener un blog es que es como una instantanea de sentimientos, y el sentimiento de este día es de nostalgia y distancia.
Y este fin de
semana en especial traigo este sentimiento, de ya querer estar en casa y todo se
debe a que este fin de semana se casa uno de mis grandes amigos de la universidad,
esos compañeros que se terminan volviendo como hermanos sin una madre. Cómplice, amigo pero sobretodo hermano. ¡Mis
Amigos se están casando por voluntad propia!, a veces hasta me siento como un
señor de 27 años.
Pero esta boda será
otra de las que no podrá asistir, ¡Si les contara de tantos eventos que me he
perdido en los últimos 7 años!, daria la mitad de mi reino por poder asistir a
algunos de estos.
Vivir lejos,
viene con un costo de memorias personales. Si alguna vez han estado en una
borrachera con un grupo de amigos de toda la vida, eventualmente empezaran a contar
las historias que llevan juntos. ¿Te acuerdas aquella vez que el pancho tomo
cerveza del piso? Y las risas empiezan automáticamente sin necesidad de
terminar el chiste. Todos los presentes estaban ahí, todos sabían la anécdota de
primera persona y en caso que exista uno nuevo, la cuentan varios de los
protagonistas al mismo tiempo. Si ya
saben de qué tipo de historias les hablo, bueno esas historias son las que yo
ya casi no tengo en los últimos 7 años con mis amigos.
Mis historias no
dejan de ser igual de interesantes o divertidas, el problema es que muchas de
mis historias han sido en diferentes lugares y con diferentes personas. Algunas
como las que viví en Monterrey, no los veo desde hace casi cuatro años. Y cada
vez siguen creciendo de la misma manera, creadas con amigos temporales o
algunos permanentes, que difícilmente volveré a ver. Historias que no son
compartidas con mi grupo de amigos, con aquellos que alguna vez fueron mis
hermanos, que simplemente vivíamos en casas diferentes y fuimos criados por
otra madre, pero en esencia éramos hermanos.
Alguna vez ya
comente esto: Aceptar que la vida sigue sin ti, es algo que cuesta mucho. Como
quisiera poderle poner “pausa” a mi vida en Hermosillo. Que maravilloso seria
poder llegar y dejar todo como cuando me fui: que la ciudad siga como cuando
estaba, que mis amigos no se estén casando, que mi papá ya deje de cumplir años
y que mis sobrinos se queden como cuando los deje. Ojala que cada día no nos
volvamos más extraños y podemos crecer al mismo ritmo y con las mismas
experiencias. Pero por más que quiera, y egoísta que me vuelva, es algo que no
se puede. La ciudad seguirá su rumbo y con ella su gente creciendo y cambiando.
Mis amigos se seguirán casando, teniendo hijos y cambiando de trabajos. Cada día
nos volveremos más diferentes con experiencias personales, viajes, y
actividades personalizadas.
Mis primos se seguirán
olvidando de mi existencia, del más joven de la estirpe, el último de los
Corellas. La familia tendrá nuevos integrantes y nuevos viajes. El carbón se seguirá
consumiendo y las carnes asadas se seguirán realizando. La lista de Excel continuará
teniendo integrantes pero hasta ahora nunca con mi con mi nombre en ella.
Ser tío es de
las mejores cosas que me han pasado, es una felicidad enorme ver que esa
pequeña criatura que está ahí, es algo de ti. Cargar a mi sobrino por primera
vez fue una de las mejores experiencias que he tenido y de verdad me ha abierto
el corazón a tamaños que nunca creí que fueran posibles. Pero ahora ya no es un
sobrino, ni dos. Ya estoy en cuatro y a la última ni la conozco, no sabrá que
tiene un tío hasta cuando tenga casi dos años. Me perderé de ver ese proceso de
ser bebe a ser niña, la conoceré ya caminando y hablando. Son momentos que
nunca se podrán recuperar, son etapas mágicas de la vida que solamente cada
quien tiene una vez, unos primeros pasos, unas primeras palabras. Palabras que
me ablandan el corazón como lo son: ¿Jugamos Tio Joaquin? , tío me cargas otra
vez. Esa etapa maravillosa de descubrir el mundo y de los ¿Por qué?, ¿Por qué pasa
esto y por qué pasa aquello? Ser tío por medio de Skype no se compara con la alegría
de ver correr a tu sobrino a tus brazos.
Mi papá (aunque él
no lo crea) seguirá envejeciendo y el tiempo de salir de buceo, de pesca o en
bicicleta con él, se va reduciendo. Hombre de mar y de aventuras, siempre
deseoso de tener un hijo hombre para que lo acompañara en sus travesías. Que
aventura podrá tener con su hijo a 1,800, o a 9,000 km de distancia. Cuantos
recuerdos no formados y cuantas hazañas no vividas se tendrán en los últimos años.
¿Cuantos viajes a ultramar que no se van a poder contar? , ¿Cuantas mentiras no
creadas?
Al final todo se
trata de crecer y aprender, simplemente yo tome la decisión de crecer en otro
lado. Pero eso no me exime de tener días en los que extraño y quisiera estar ahí,
rodeado de los que amo. Mi familia, mis amigos, mi novia. Querer estar ahí en
los cumpleaños y en las bodas, no perderme de las historias y crecer todos
juntos. Poder aparecer en las fotos de familia y tener más noches de carne
asada.
No me entiendan
mal, no es que los que estamos lejos de casa, no estemos contentos de estarlo.
Ni que nos arrepintamos o que ya nos devolvamos. Es simplemente que todo viene
con un precio, ese precio de aceptar que el tiempo solamente pasa una vez y que
se tienen que tomar decisiones de donde queremos pasarlo y siempre algo bueno cada
lado. Pero no está de más, de vez en cuando, dudarlo.