lunes, 25 de noviembre de 2013

Ese Señor Que Me Ve en el Espejo

Salgo de bañarme como cada domingo, una sensación de pereza me invade. Siento un ligero dolor de cabeza de las tres cervezas que me tome anoche y buscando la toalla en ese baño lleno de vapor, me preparo para empezar mi día, recuerdo que hoy no tengo que rasurarme y me pongo a pensar en todo lo que tengo que hacer.

Con el vaho de la regadera a punto de desaparecer y con la toalla todavía atada a mi cadera, me contemplo en el espejo, pero por un minuto no estoy seguro si soy yo el que me ve, o es un señor que está a través del espejo. Ese señor de barba tupida e intencional que me ve a fijamente, con un cuerpo que refleja una buena alimentación y esos ojos cansados. Por un minuto lo sigo viendo y me pregunto constantemente: ¿Podre ser yo ese señor que me ve fijamente y me contempla? O será una visión del futuro más que una idea del presente.

Un poco asustado con la idea me pongo a pensar, pero si solamente tengo 26 años (aunque nomas me queden unos días para los 27). ¡Qué digo, pero si mi papá ya estaba casado a mi edad! Mis amigos lo están haciendo, otros están teniendo hijos y eso sin mencionar a los que están dando anillo.

Y no es solamente la edad o la barba, son muchas cosas más que veo en ese señor que está al otro lado del espejo, son pensamientos, son actitudes, creencias que han cambiado y revoluciones que se olvidaron, pensamientos oxidados, sentimientos blindados, miedos adquiridos y equipajes pesados. Son una serie de cambios en ideologías y pensamientos que se van dando con los años, que muchas veces tienen poco que ver con esos de la adolescencia.

¿Pero en qué momento cambie la cantidad de cerveza por la calidad? O cuando abrí un fondo de ahorro y me preocupa la deuda externa. ¿Dónde quedo aquel que creía en Che y le cantaba odas a Fidel?  O cuando las frases fueron cambiando de :¡ Patria o Muerte Compañero ! a ¡ En cuando amaneció el Euro? ¡. Tantas cosas que hay en el señor que está del otro lado del espejo, que me contempla con ojos dudosos.

Me pregunto sí el yo de hace 10 años, con la emoción de cumplir 17, que en ese momento se encontraba viviendo en Montana, Estados Unidos, dirá del que soy ahora: Que pensara de las mujeres que he amado y de lo que he logrado. Le gustara las ciudades que he visitado y los trabajos en los que he madrugado. ¿Que pensara de que vivo en Europa y que ahora me muevo en bicicleta? Qué mi departamento mide 20 metros cuadrados y que sigo estudiando.  Si supiera ese Joaquin que su decisión de irse a estudiar fuera un año, ha sido un gran factor para todo lo que hemos logrado.

Hace 8 años ese joven que iba terminando la prepa con la ilusión de ser ingeniero, pensando que la escuela seria como la prepa y que la idea de vivir en Monterrey era de pura fiesta, que pasara de saber si  logramos terminamos la carrera, conseguimos un buen trabajo, ¡el trabajo por el cual apuntamos! Que al final si me dedique a las energías renovables y que ese amor que juramos eterno, solamente duro un par de meses más.

Ese señor que resembla al joven que fui y al viejo que seré, que me recuerda que la vida pasa y no en vano, que las decisiones simples tienen más peso de lo que pensamos, que siempre tenemos que tirar más alto, que soñar es gratis, se puede alcanzar lo que deseamos, que las oportunidades existen pero son para los buscan.

También veo en ese señor los logros que se han dado, los lugares a los que ha viajado y las 5 ciudades en las que ha vivido, las pasiones que se han encontrado y la gran lista de amigos que se han conocido. Las emociones que se han dado en el trabajo y los cheques se cobraron. Los besos que se robaron y los abrazos apretados.

Antes hubiera dado todo por trabajar en una gran empresa, vivir por el mundo, siempre ocupado con el celular en la mano. Siendo importante y durmiendo poco, en juntas y ganando el oro de babilonia. Ahora que veo a ese señor, los planes han cambiado, irse a vivir a casa suena como una gran idea y estar con los viejos es algo que se añora. Poco a poco los planes han cambiado por una familia, una casa y un trabajo honrado y sobre todo disfrutando lo que hago. Estar con tus amigos vale más que estampas en el pasaporte,  una carne asada en familia no tiene comparación con una vida sin un lugar llamado casa.

Cada vez hay más cosas que disfrutar, un atardecer y un día soleado. Un buen helado, ese siempre hay que disfrutarlo. La vida cada vez deja de girar tan rápido, se va tornando un poco más despacio y los planes van sumando años, el corto y el largo plazo cambian de significado, ahora, por ejemplo, ya no manejo tan rápido.


Miro fijamente en el espejo y me doy cuenta que ser señor no es tan malo. Simplemente hay que disfrutarlo.

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